El reciente caso del pato Juan ilustra cómo una medida administrativa sumamente antipática puede ser presentada como una decisión bondadosa, sensible y consensuada. Todo depende de cómo se narran los hechos y, particularmente, del tono empleado en la comunicación oficial. Pero es posible captar la realidad de los hechos si se mira más allá de la superficie, más allá de lo literal y más allá del tono.
Los hechos
¿Qué pasó? Durante casi un año una florista (cuyo nombre, muy apropiadamente, es Margarita Flores), que tiene un puesto en el kilómetro cero de la ciudad de Mendoza, estuvo acompañada por un pato llamado Juan, que se desplazaba libremente por ese estratégico punto del centro mendocino. Durante ese lapso Juan llegó a ser una figura reconocida por vecinos y turistas, quienes se tomaban fotos con el animalito, el que gradualmente se fue transformando en una pequeña celebridad local.
Durante casi un año, una florista —cuyo nombre, muy apropiadamente, es Margarita Flores— mantuvo en su puesto del kilómetro cero de la ciudad de Mendoza un pato llamado Juan. El animal se desplazaba libremente por ese estratégico punto del centro mendocino, ganándose la simpatía de vecinos y turistas, que se tomaban fotografías con él. Con el tiempo, Juan se convirtió en una pequeña celebridad local.
Pero la historia dio un giro. A raíz de la denuncia de un vecino por un supuesto comportamiento agresivo del ave (habría picoteado a un perro) y por la legislación vigente (que prohíbe las aves de corral en zonas urbanas), la Municipalidad emplazó a la florista a que retirara a Juan dentro de las 48 horas, bajo amenaza de sanción económica y decomiso.
El hecho no pasó desapercibido para la opinión pública. Más de 10.000 personas firmaron una petición para que la autoridad municipal revisara la medida. El asunto incluso escaló al plano político: la vicegobernadora de la provincia, Hebe Casado, tuiteó por la libertad del pato (“todos queremos a @PatoJuanCuak libre”) y un concejal pidió la conformación de una mesa de diálogo interdisciplinario para abordar el caso. Juan incluso llegó a tener un abogado que ofreció asistirlo legalmente “pro bono”.
En suma, se enfrentaban una mujer sencilla que necesitaba el permiso municipal para poder explotar su modesto negocio y la municipalidad obligada a hacer cumplir las normas vigentes.
El “acuerdo”
Finalmente, cuando en agosto de 2025 una reunión entre la florista y el intendente auguraba una solución favorable a Juan, el desenlace fue otro: hubo acuerdo, pero para retirarlo del centro y devolverlo al corral.
Aquí interesa examinar el lenguaje empleado en el tuit del intendente Ulpiano Suárez, donde este comunicó el final del asunto:
“Fue un placer recibir en la Muni a Margarita, propietaria del querido Pato Juan, que se acercó a conversar amablemente y nos expresó su comprensión y aceptación de la resolución municipal, que siempre tuvo por objetivo el bienestar del animal. Además, pusimos a disposición a nuestro equipo veterinario para realizar un seguimiento de Juan, y colaboraremos para reacondicionar el corral donde se encuentra, para que las condiciones de su hábitat sean las óptimas. ¡Gracias, Margarita, nos vemos pronto!”
El subtexto del “acuerdo”
Este mensaje, amable y cordial, presenta el traslado del ave como una medida consensuada con su propietaria y, más aún, deseada y agradecida por ella. Sin embargo, se advierte fácilmente que el tuit del intendente Suárez está plagado de eufemismos y que encubre, detrás de un tono muy benévolo y afectuoso, una medida netamente coercitiva.
Concretamente, en la comunicación oficial se observan tres planos: lo que se dice, cómo se dice, y lo que realmente significa.
- Hay un plano de superficie, donde se emplean términos amables o positivos (“fue un placer recibir en la Muni a Margarita (…) que se acercó a conversar amablemente”, “querido pato Juan”), para evitar que se perciba el carácter coactivo.
- Luego hay un plano intermedio, que es el envoltorio emocional del mensaje, con un tono cordial y colaborativo (“[Margarita] nos expresó su comprensión y aceptación de la resolución municipal”, “colaboraremos para reacondicionar el corral donde se encuentra [el pato Juan]”) y una apelación a valores compartidos (“para que las condiciones de su hábitat sean las óptimas”).
- Y finalmente hay un plano profundo, un subtexto o realidad operativa, que es el verdadero significado que emerge si se analiza el contexto o las consecuencias prácticas: más allá de todo el palabrerío, la propietaria del animal tuvo que sacarlo del centro urbano y devolverlo al corral.
El contenido real del “acuerdo”
Todo sugiere que la Sra. Flores tuvo que acceder al requerimiento oficial para no arriesgar el permiso municipal. Luego, no es difícil reescribir el tuit del intendente reemplazando lo dicho por su verdadero sentido, como lo hacía en los años ’40 y ’50 el “otro yo” del Dr. Merengue:
| Donde dice: | En realidad significa: | 
| “fue un placer recibir en la Muni a Margarita” | “la hicimos venir” | 
| “querido pato Juan” | “##**%@!!” | 
| “a conversar amablemente” | “##**%@!!” | 
| “[Margarita] nos expresó su comprensión y aceptación de la resolución municipal” | “[Margarita] tuvo que aceptar” | 
| “siempre tuvo por objetivo el bienestar del animal” | “no queremos pagar un precio político” | 
| “pusimos a disposición a nuestro equipo veterinario para realizar un seguimiento de Juan” | “no queremos pagar un precio político” | 
| “colaboraremos para reacondicionar el corral donde se encuentra” | “no queremos pagar un precio político” | 
| “para que las condiciones de su hábitat sean las óptimas” | “no queremos pagar un precio político” | 
| “¡Gracias, Margarita, nos vemos pronto!” | “¡Hasta la vista, baby!” | 
Conclusión
Más que un episodio pintoresco, el caso del pato Juan ofrece una lección útil para el ejercicio profesional: hay que saber leer un texto, más allá de sus palabras y su tono, para encontrar su verdadero sentido. Sea para saber de qué se trata realmente, o para montar una defensa jurídica apropiada, es indispensable no quedarse en la superficie de las palabras ni con su tono, sino “correr el velo” y llamar las cosas por su nombre.
En este caso, lo real fue que la municipalidad de Mendoza expulsó al ave del centro urbano. Y el pato Juan y su dueña pagaron el pato.
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Ver también “Cuando blanco es negro… o gris” (https://prosasinverso.com/2025/05/02/cuando-blanco-es-negro-o-gris/)

