Hay tres escenarios para la revisión o corrección de un texto: por el propio autor, por el público o por un tercero. Naturalmente, lo habitual suele ser la autorrevisión. Por su parte, el examen hecho por el público no es muy útil, porque llega tarde: el texto ha sido publicado y ya no es posible introducirle correcciones. Pero la revisión por un tercero ofrece perspectivas interesantes.
No me refiero aquí al peer review, que es realizado por los pares y tiene una finalidad distinta, como es la calificación del nivel científico de una obra (originalidad, importancia, nivel académico, interés científico). Tampoco a la evaluación del documento por un focus group ni por un grupo de discusión como, por ejemplo, de estudiantes.
Ventajas de la revisión por un tercero
¿Por qué puede ser interesante que un tercero revise nuestro texto (artículo, presentación judicial, etc.)?
Por de pronto, el tercero trae una perspectiva distinta, que le permite detectar problemas o defectos que el autor, por cansancio, hastío, ignorancia, obstinación en el planteo inicial o lo que fuere, a veces no llega a ver. El “revisor” también puede ser más objetivo, porque no suele “ponerse la camiseta” de la parte a la que se está representando.
El revisor incluso puede llegar a cumplir el rol de abogado del diablo, señalando las debilidades del caso y los posibles argumentos de la contraparte.
Finalmente, cuando el autor del primer borrador es un abogado novel la revisión de su proyecto es lisa y llanamente imprescindible. En esos casos, el corrector también cumple una misión docente.
Desventajas de la revisión por un tercero
Sin embargo, la revisión por otro también puede traer inconvenientes: de entrada, supone un gasto adicional y lleva más tiempo. Otra cuestión para considerar es la sensibilidad del autor, a quien la fiscalización, y sobre todo las correcciones, pueden llegar a caer muy mal.
Existen otros riesgos. Uno es la pérdida de control del contenido del trabajo, por la excesiva influencia (intelectual, profesional o doctrinaria) del corrector, que diluye la finalidad o el efecto de la versión original. Ello también puede limitar el crecimiento de las destrezas propias de autores noveles. Si se recurre a más de un revisor, se agrega el peligro de opiniones conflictivas, que, en vez de mejorar el trabajo en cuestión, solamente generan confusión. Y si se recurre a una revisión externa, ello puede comprometer la confidencialidad o generar conflictos de interés no detectados.
Sin embargo, ninguna de estas dificultades es insuperable en la medida en que exista claridad acerca del rol de cada cual y se tomen los recaudos normales para evitar fugas de información. Además, sería muy extraño que en despacho se confiara la revisión a un abogado externo, por admirables que sean sus cualidades profesionales y éticas.
Cuestiones prácticas
La revisión por un tercero también impone ciertas medidas prácticas.
La primera es ponerlo en antecedentes del caso, para evitar pérdidas de tiempo. Para ello, lo más conveniente es un encuentro personal entre revisor y revisado, con una agenda y sobre todo un límite temporal predeterminados. En particular, es importante señalar cuál es el meollo del asunto, el propósito de la presentación, sus puntos fuertes y débiles y las sutilezas que puedan no ser inmediatamente perceptibles. La entrevista personal se torna absolutamente indispensable cuando el caso es complejo, sea porque involucra cuestiones legales muy técnicas, argumentos complicados, una larga letanía de hechos, etc.
En algunas ocasiones, infrecuentes, el encuentro personal puede no ser imprescindible, e incluso puede no ser deseable. Así sucede cuando el caso es suficientemente claro, o si se persigue que el revisor tenga una perspectiva completamente independiente de la del autor, sin ser influido por éste. Sin embargo, por lo general es poco probable que una entrevista personal pueda ser ventajosamente reemplazada por la sola entrega del proyecto y eventualmente los antecedentes del caso.
Otra consideración práctica, ya señalada, es prever que la revisión (y la “revisión de la revisión”) llevarán tiempo, lo que materialmente significará un plazo menor para preparar la versión original. La entrega a revisión de un trabajo sobre el filo del vencimiento del plazo para su presentación torna inútil cualquier intento de mejorar el proyecto inicial.
Y si la revisión se hace “a la antigua”, es decir, sobre papel, es aconsejable escribir el borrador a doble espacio, para facilitar las correcciones. Si bien los procesadores de texto tienen herramientas que visibilizan los cambios (tachar, presentar los agregados en otro color, agregar comentarios al margen, etc.), para algunos abogados las marcas sobre el papel resultan más fáciles de hacer y de visualizar. La práctica de hacer las correcciones, añadiduras, tachaduras, comentarios en tinta roja tiene sus adherentes, por su visibilidad, pero también sus detractores, porque a muchos “revisandos” esta revisión cromática les resulta intolerablemente antipática.