“Verba volant, scripta manent” es una célebre frase atribuida a (un posiblemente mítico) Cayo Tito en el senado romano: “las palabras vuelan, lo escrito queda”. Y es lo que sucede hoy: las redes sociales, los servicios de mensajería digital y los correos electrónicos han visibilizado una serie de errores de ortografía y gramática que antes, cuando las palabras se las llevaba el viento, nadie advertía. Ahora escribimos, y dejamos el rastro.
Aquí van cuatro “clásicos” actuales:
- Comillas mal entendidas, mal aplicadas
El primer error tiene que ver con el uso de las comillas. Las comillas sirven para reproducir citas textuales, para marcar títulos, para señalar apodos, seudónimos o alias, y para destacar palabras usadas con un sentido distinto al habitual o con ironía. El problema es que muchas veces se las utiliza con fines meramente enfáticos, como si fueran un resaltador.
Cuando alguien postea que hoy se siente “feliz”, o un restaurante anuncia que tiene pescado “del día”, o un comercio invita a ver sus “ofertas”, esas comillas no destacan ni, mucho menos, elogian; muy por el contrario, insinúan duda, sarcasmo o ironía. En el texto escrito, las comillas marcan distancia, no entusiasmo.
- Incorrecto: Nuestro local ofrece “atención personalizada”. (Sugiere que la atención personalizada es discutible o irónica.)
- Correcto: Nuestro local ofrece atención personalizada.
- Y nuevamente correcto (si se busca ironía): La empresa prometió “soluciones inmediatas”… y seguimos sin noticias.
En la redacción jurídica, el uso incorrecto de las comillas puede generar ambigüedad o incluso desconfianza. Si en una demanda se escribe que la actora ha “cumplido” con su obligación, las comillas pueden ser interpretadas como una ironía del redactor, y aquí hay que recordar que la ironía transmite un significado precisamente contrario al sentido literal de las palabras empleadas. Las comillas, entonces, pueden operar como un boomerang, y, claramente, hay que reservarlas para los usos normativos que correspondan.
- La coma entre sujetoy predicado
Otra falta que se repite sin descanso es colocar una coma entre el sujeto y el verbo:
- Incorrecto: El Dr. López, se ha jubilado.
- Correcto: El Dr. López se ha jubilado.
Entre el sujeto y el predicado (“El Dr. López”) y el predicado (“se ha jubilado”) no debe interponerse la coma. La confusión se origina, en parte, en la tendencia a “respirar” al escribir, como si el texto debiera reflejar las pausas del habla. Pero la coma no marca respiración, sino estructura.
Sin embargo, hay casos en los cuales es correcto poner una coma inmediatamente después del sujeto. Por ejemplo, cuando la coma separa elementos dentro del sujeto o cuando introduce un inciso:
- Correcto: El Dr. López, jefe del departamento legal, se ha jubilado.
En este supuesto, las comas aíslan un inciso (“jefe del departamento legal”), no el sujeto del verbo. La distinción es sutil pero esencial: de ella depende la sintaxis del texto y, en textos jurídicos, también su precisión.
Otro caso donde es correcto incluir una coma inmediatamente después del sujeto es cuando se ha elidido un verbo porque fue mencionado con anterioridad o está sobreentendido:
- Correcto: Juan lee libros; Pedro, revistas.
- Gentilicios con mayúscula
Un error ortográfico cada vez más frecuente es escribir los gentilicios con mayúscula inicial: “los Argentinos”, “los Españoles”, “los Franceses”. En castellano, los gentilicios se escriben con minúscula porque no son nombres propios sino adjetivos o sustantivos comunes.
- Incorrecto: A los Argentinos les gusta mucho el fútbol.
- Correcto: A los argentinos les gusta mucho el fútbol.
¿A qué se debe este error? La causa más probable yace en la creciente deficiencia de la instrucción pública, pero también puede encontrarse en la convicción infantil de que una palabra es más importante si se la escribe con mayúscula inicial. Así, “Argentino” o “Argentinos” opera como el reflejo de la trascendencia que se le asigna a la nacionalidad, a la patria, en fin, a palabras comúnmente asociadas con valores supremos.
Hay casos, sin embargo, donde es correcto escribir el gentilicio con mayúscula inicial:
- Correcto: Argentinos y franceses se confundieron en un abrazo. (Se escribe con mayúscula porque es la primera palabra de la oración.)
- Correcto: ¡Argentinos, a las cosas! (En este caso la mayúscula de “Argentinos” no solo obedece a que aparece al comienzo de la oración, sino por su tono vocativo y solemne. La famosa frase de Ortega y Gasset también podría haberse formulado “¡A las cosas, Argentinos!”)
- Correcto: Asociación del Fútbol Argentino (En este caso “Argentino” lleva mayúscula porque forma parte de un nombre propio.)
- Justicia mayúscula y con minúscula
Otra equivocación frecuente ocurre con el empleo la de la palabra “justicia”, que a menudo se escribe con mayúscula cuando corresponde la minúscula, y viceversa:
- Incorrecto: Los manifestantes reclamaron Justicia.
- Incorrecto: La justicia todavía no se expidió.
Se escribe “justicia”, con minúscula, cuando se designa el valor abstracto o el concepto moral, y “Justicia”, con mayúscula, cuando se refiere a la administración judicial como poder o institución del Estado.
- Correcto: Los manifestantes reclamaron justicia.
- Correcto: La Justicia todavía no se expidió.
En la redacción jurídica, la distinción no es meramente formal. Escribir “la justicia” o “la Justicia” puede cambiar el foco semántico: en el primer caso se alude al principio ético; en el segundo, al órgano estatal que, precisamente, imparte justicia.
Conclusión: revisar cuando se escribe lo que antes solo se decía
Naturalmente, hay muchos más errores que los consignados hasta aquí: cuatro, cinco o más puntos suspensivos (deben ser solamente tres); dejar espacios antes o después de los signos de puntuación; poner el paréntesis de apertura y olvidar el de cierre (lo mismo sucede con las comillas); queísmo y dequeísmo; mal uso de sino (conjunción adversativa) y si no (condicional negativa); confusión entre hay, ahí y ¡ay!
Antes, los errores del habla se perdían en el aire. Hoy, quedan fijados en pantalla o en papel. Las redes, los servicios de mensajería y los correos electrónicos han democratizado la escritura, pero también han visibilizado los tropiezos cotidianos con la lengua.
La única defensa posible es tomar conciencia de estas cuestiones. Y antes de publicar, revisar, revisar y volver a revisar.
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