CUANDO BLANCO ES NEGRO… O GRIS

En octubre de 1944, en la fase final de la Segunda Guerra Mundial, cuando las tropas aliadas avanzaban inexorablemente hacia Berlín, el comandante alemán de Aquisgrán envió esta comunicación de radio:

“Tras encarnizados combates casa por casa y hombre por hombre, los defensores de Aquisgrán se han quedado sin municiones, alimentos ni agua. Los últimos restos de nuestras fuerzas que defienden esta ciudad imperial alemana están luchando cuerpo a cuerpo alrededor del puesto de comando. Todas las radios han sido preparadas para su destrucción. Con una fe inquebrantable en la justicia de nuestra causa y en nuestra victoria, éste es un último saludo a nuestra amada patria alemana.”

Aunque su tono épico y sus ribetes heroicos (“con una fe inquebrantable en la justicia de nuestra causa y en nuestra victoria”) proyectaban una imagen de resistencia feroz, en realidad el mensaje prenunciaba la inminente capitulación de la ciudad, que efectivamente se produjo pocos días después.

EJEMPLOS HISTÓRICOS DE MENSAJES CONTRADICTORIOS

A lo largo de la historia, muchas declaraciones han revestido de un lenguaje amable o triunfalista unas realidades dolorosas o desesperadas.

Un ejemplo clásico fue el mensaje del primer ministro británico Neville Chamberlain, en 1938, cuando, después de la Conferencia de Munich, que permitió a la Alemania nazi anexar partes de Checoslovaquia, proclamó la famosa frase “Creo que es paz para nuestro tiempo”. En los hechos, era la entrega de territorio checoslovaco para tratar de evitar una nueva guerra, que de todos modos comenzaría menos de un año después.

Otro caso fue el discurso del presidente Nixon en agosto de 1974, cuando anunció que dejaba la presidencia debido al escándalo de Watergate. En un pasaje, Nixon afirmó “nunca he sido una persona que abandona” (“I have never been a quitter”) … en el preciso momento en que renunciaba al cargo.

Un eufemismo más devastador ha sido la fórmula “las hostilidades han cesado”, utilizado en varias ocasiones, y que frecuentemente ha significado “nos hemos rendido, y además lo hemos hecho incondicionalmente”.

EUFEMISMOS EN LA PRÁCTICA DE LOS ABOGADOS

Dejando atrás estos ejemplos tan terribles y pasando al mundo de los abogados, aquí también encontramos muchos casos donde las palabras enmascaran, disimulan o difuminan lo que realmente se quiere decir. Ello puede ocurrir en comunicaciones dirigidas a la contraparte, al tribunal o al cliente.

Comunicaciones a la contraparte

Así, en la nota dirigida a la parte contraria, la expresión “nuestro cliente prefiere resolver este diferendo en una forma amistosa que permita evitar el gasto de un litigio” normalmente significa “vamos a demandarles judicialmente”: la referencia a una “solución amistosa” no es más que el velo de una amenaza. Algo parecido se plantea con las frases “estamos estudiando todas las alternativas” (“estamos estudiando demandar a su cliente”) o “confiamos que esto haya sido un descuido” (“no vuelva a hacerlo o lo denunciaremos ante el Juez”).

Escritos dirigidos al Tribunal

También puede ocurrir en la comunicación con el Tribunal, como cuando ante un desliz del abogado de la parte contraria se dice “presumimos que la conducta del letrado, aunque poco ortodoxa, indudablemente solo ha sido consecuencia de un exceso de celo”. En realidad significa: “Señor juez, el abogado es un sinvergüenza y Ud. sabrá qué sanción imponerle.”

Comunicaciones al cliente

Del mismo modo hallamos eufemismos en las comunicaciones con los clientes. Así, en el manejo de las expectativas la expresión “aun cuando creemos que tenemos buenos argumentos, el éxito nunca está garantizado” en verdad quiere decir “mejor busquemos un acuerdo”.

En ocasiones se recurre a advertencias veladas, como “habría que analizar si realmente vale la pena continuar este litigio” (“estamos perdiendo, arreglemos ahora”), “la agencia regulatoria está estudiando detenidamente su caso”) (“estamos en problemas”) o “tenemos que prepararnos para distintas alternativas” (“probablemente perdamos”).

Y cuando se comunica un desenlace adverso, la frase “este resultado desfavorable no podía ser descartado del todo” en realidad es “le avisamos y Ud. no quiso hacernos caso”.

Cláusulas en convenios

Y en tratativas o incluso en un acuerdo firmado, la cláusula “esta previsión no debe ser interpretada como una admisión de responsabilidad” frecuentemente solo quiere decir “estamos pagando para que esto desaparezca, pero no queremos que en el futuro se use en nuestra contra”.

BENEFICIOS Y RIESGOS DEL LENGUAJE OPACO

Los textos jurídicos no son el lugar indicado para el lenguaje opaco, y particularmente hay que evitar expresiones ambiguas, vagas o anfibológicas, como así eufemismos, circunloquios, juegos de palabras, ironías o cualquier otra prestidigitación verbal o escrita.

Beneficios

Sin embargo, en algunas ocasiones es necesario recurrir a la opacidad.  Así sucede cuando lo exigen normas de estilo forense, impuestas en normas procesales o reglas éticas. A veces es conveniente por razones de cortesía, para evitar que el intercambio se transforme en una batalla personal. Y también puede ser necesario para suavizar la crítica sin perder sustancia o firmeza, como cuando se cuestiona un fallo, donde es mejor decir “el razonamiento del juez adolece de una omisión que afecta la congruencia el fallo” en vez de “se equivoca gravemente”.

Riesgos

Pero normalmente los eufemismos y los textos oscuros deben ser descartados del lenguaje de los abogados, y particularmente de sus comunicaciones con los clientes.

Ello es así porque el cliente puede malinterpretar el mensaje, y especialmente la gravedad, alcance o impacto de una situación determinada.  La ambigüedad puede conducir a que el cliente no entienda qué se le aconseja o desaconseja, o de qué se lo está advirtiendo. Y también puede reaccionar de manera exagerada o desproporcionada (entra en pánico porque cree que se le está ocultando algo) o, a la inversa, con indiferencia (por subestimar la situación). Y ni que hablar de las ironías, que exponen a su autor a que el texto sea interpretado literalmente; aquí hay que recordar que la ironía es dar a entender algo expresando lo contrario de lo que se quiere decir.

Otro lugar de donde debe excluirse totalmente el lenguaje ambiguo son los contratos y, en general, las normas (legales, reglamentarias, etc.), para evitar vacíos jurídicos y eventuales cláusulas de escapatoria (loopholes) y la consiguiente litigiosidad.

CONCLUSIÓN

En general los abogados deben evitar eufemismos y anfibologías en contratos, escritos judiciales y comunicaciones (con el cliente, la contraparte o el juez), salvo que exista una razón estratégica evidente y justificada.

La claridad lingüística no solamente favorece la adecuada defensa de los intereses del cliente sino que también protege al abogado de posibles malentendidos, reproches éticos y riesgos de responsabilidad profesional.

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