LENGUAJE CLARO SEGÚN JORGE LANATA (PRIMERA PARTE)

El 6 de enero de 2025 Sara Stewart Brown tuiteó una serie de recuerdos de su relación con el periodista Jorge Lanata. Aquí me interesa detenerme en su posteo referido a que en 1999 o 2000 Lanata les había impartido a Romina Manguel, María Julia Oliván y ella misma, durante unos meses, unas clases sobre periodismo, de las cuales Stewart Brown recuperó los siguientes tips:

  1. Estar frente a la máquina una hora por día
  2. Describir acciones y no omisiones
  3. Relatar más acción que impresiones
  4. Dar un dato por cada oración
  5. No usar gerundios (en otra parte directamente dice “nunca gerundios”)
  6. No escribir en primera persona (en otra parte agrega “en una crónica – todo en tercera [persona]”)
  7. Escribir en pasado
  8. Usar un solo adjetivo, y nunca dos o tres juntos
  9. Evitar el “como que”
  10. No usar demasiadas frases cortas (“demasiadas” es más de dos en un texto)

Lanata podrá haber sido querido o detestado, pero difícilmente alguien le niegue sus conocimientos sobre periodismo escrito (y no solo el escrito). Por otra parte, si bien la redacción periodística y la redacción jurídica, por su finalidad, audiencia, estructura y estilo, son géneros muy distintos, también es cierto que -para recurrir a un lugar común- no definen compartimientos estancos. Por ello, me pareció útil repasar algunas de esas viejas recomendaciones evocadas por Stewart Brown, que pueden servir para una mejor redacción jurídica.

En esta oportunidad me voy a detener en la séptima recomendación (escribir en tiempo pasado), la octava (usar un solo adjetivo) y la décima (no usar demasiadas frases cortas).

Escribir en tiempo pasado

Esta recomendación parece bastante apropiada para la redacción jurídica.  En la narración de los hechos, frecuentemente se recurre al presente histórico (Juan embiste a Pedro), en vez del pretérito perfecto simple (Juan embistió a Pedro). Ocasionalmente se combina el pretérito imperfecto con el presente histórico (Juan conducía su auto, cuando embiste a Pedro) para resaltar un hecho clave (la embestida).

El recurso de combinar diferentes tiempos verbales puede ser útil o valioso en la redacción literaria o en otros géneros, pero en el ámbito jurídico se acerca demasiado a un lenguaje coloquial y puede inducir a confusión temporal, además de arriesgarse a una incoherencia estilística.

Por lo tanto, cuando se exponen hechos siempre conviene relatarlos cómo y cuándo ocurrieron, es decir, en el pasado, sin acrobacias temporales.

Usar un solo adjetivo…

… y nunca dos o tres juntos. Un defecto frecuente de cualquier escrito que propugna una tesis determinada -la culpa del acusado, la razonabilidad del actor, los errores de la sentencia recurrida- es la proliferación de adjetivos. El entusiasmo, el “ponerse la camiseta” del cliente, la indignación creciente en la medida en que se avanza en la preparación del texto, pueden conducir a tratar de enriquecer el planteo propio con varias calificaciones y, sobre todo, descalificaciones.

Casi siempre, esa suma en realidad resta. Para decirlo gramaticalmente, es preferible usar más sustantivos y menos adjetivos. La abundancia de adjetivaciones no mejora el argumento, y en el mejor de los casos muchos encomios o denuestos no hacen más que neutralizarse recíprocamente.

Aquí pues, la sobriedad debe ser la regla. En la medida de lo posible -ello dependerá de cada caso- es preferible que la carga axiológica la lleven los sustantivos y la sobre todo la sola descripción objetiva de los hechos, y no los agregados valorativos adosados a ellos.

No usar demasiadas frases cortas

Este consejo me llamó la atención. Generalmente las oraciones largas son más difíciles de comprender, y por ello siempre se las desaconseja. En todo caso, desde el punto de vista estilístico se recomienda alternar frases cortas y largas, para evitar el tedio del lector.

Puesto a examinar esta recomendación, es cierto que hay muchísimos ejemplos de frases cortas que fueron célebres, como “veni, vidi, vici” (“vine, vi, vencí”, atribuida a Julio César), “cogito, ergo sum” (“pienso, luego existo”, de Descartes) o “seamos realistas, pidamos lo imposible” (del Mayo del ’68 francés). Sin embargo – seamos nuevamente realistas-, por lo general no son los escritos de los abogados el lugar donde las encontraremos.

Un exceso de frases cortas (según el recuerdo de Stewart Brown, “demasiadas” significaba más de dos ¡en un solo texto!) puede perjudicar la fluidez del razonamiento, limitando la posibilidad de exponer un argumento legal más complejo o de enfatizar algo que se quiera destacar. En otros casos puede resultar en información incompleta o incomprensible.

Alternativamente, es cierto que las frases más largas permiten establecer conexiones lógicas y causales, pero a condición de que se usen los conectores apropiados (como “además”, “en consecuencia”, “sin embargo”, etc.) y se revise constantemente la estructura sintáctica.

Agilidad

El lenguaje de los periodistas suele ser más ágil que el de los abogados, de modo que no deja de ser interesante la posibilidad de incorporar ciertas prácticas a la redacción jurídica, y particularmente a la descripción de los hechos, que constituyen la materia sobre la cual se esgrimirán los argumentos y los planteos legales. Pero no hay fórmulas rígidas, y en cada caso el abogado tendrá que evaluar qué recomendación adoptar y cuál desechar: lo importante es que conozca las alternativas que existen.

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