CORRECTOR, MENTOR, VERDUGO, COAUTOR, AUTOR

La intervención de un tercero como corrector o revisor de un texto ajeno plantea ciertas cuestiones que se proyectan más allá de la aspiración de mejorar la obra examinada. 

 Me refiero al rol docente, como mentor, que asume el corrector; al impacto anímico o emocional que puede provocar esa revisión en el “revisando”; y finalmente, a la situación que se le plantea al “revisor” cuando la versión original no reúne siquiera las condiciones mínimas para permitir que se la examine. 

El revisor como mentor 

No debe pasarse por alto el efecto docente que puede llegar a tener la revisión. Un buen abogado puede ser un gran mentor para quien se está iniciando en las lides legales. En el fragor de la rutina profesional es fácil descuidar este aspecto, pero incluso desde un punto de vista puramente material el entrenamiento y aprendizaje de un abogado joven es importante porque a la larga redunda en un beneficio económico para el Estudio. 

Para un buen mentor no se trata simplemente de recitar la norma, jurisprudencia o doctrina, sino más bien de proporcionar contexto, táctica, estrategia, señalar el marco grande del asunto. Así, por ejemplo, en el curso de una negociación, el abogado experimentado sabe qué es lo que en realidad quiere el cliente (aunque no se lo haya dicho expresamente) y con frecuencia también lo que quiere la contraparte.  Del mismo modo, tiene criterio para anticipar qué petición tiene mejores posibilidades de ser acogida por el tribunal, al margen de lo que diga la letra del Código Procesal. La extensión desmedida (o, por el contrario, demasiada parquedad), giros irónicos que no suman sino solamente irritan, el extravío en minucias, y un sinfín de cuestiones de este tipo, son todas debilidades que detecta la experiencia del mentor y que este puede y debe compartir con el asociado joven. 

Y aun cuando todo esto va más allá de los aspectos gramaticales o específicamente sintácticos, siempre termina teniendo su lugar en la redacción del texto. 

El revisor como verdugo 

Pero el corrector también puede tener un rol bastante menos positivo si es demasiado severo.  La revisión puede ser dolorosa, si no directamente ofensiva, para la persona cuyo trabajo está siendo escudriñado. Una crítica demasiado directa, la corrección con ríos de tinta roja, el énfasis en los errores sin destacar los aciertos, la franqueza excesiva sin matices, tal vez (solo tal vez) pueden mejorar el proyecto, pero al mismo tiempo invariablemente alienan y eventualmente acobardan a un buen colaborador.  

La expresión “esto no es una escuelita” es totalmente equivocada.  Un despacho de abogados también es una “escuelita”, un lugar donde se aprende a ejercer la profesión, adquiriendo conocimientos que la universidad nunca proporcionará.  

A veces las fallas del mentor son solamente fruto de las presiones de tiempo, un mal manejo de la relación jerárquica o incluso su propia inexperiencia, pero igual hay que detectarlas y corregirlas, porque las consecuencias pueden ser devastadoras para el mentoreado, para la calidad del trabajo en cuestión y para el propio Estudio, que se expone a perder colaboradores valiosos.  

Para evitar estos errores, el mentor debe señalar los aspectos positivos del proyecto examinado, explicar el porqué de las correcciones o cambios que se sugieren, centrarse en el trabajo más que en su autor y, en general, manejarse con tacto y consideración.  

Y si aun así hubiera ofendido o herido al autor, una ulterior conversación aclaratoria suele resolver la situación planteada, para fomentar un mejor ambiente de trabajo y buen trato. 

Una derivación imprevista de la revisión 

Ocasionalmente puede suceder que el autor no completa su asignación y espera o, peor aún, presume que el revisor la mejorará y completará.   

Es un escenario infrecuente pero no por ello menos real. Aquí el tercero deja de ser corrector o mentor para transformarse en coautor, si no directamente en el único autor real.  Como esto suele darse solamente entre pares, escapa un poco a la descripción y recomendaciones que hemos visto hasta aquí, y entran en juego consideraciones de compañerismo, amistad y solidaridad.  

Por supuesto, cada caso es diferente y será resuelto por sus características propias. En principio, lo más recomendable es dar una mano al compañero en apuros, por lo menos en una primera ocasión, pero aclarando la singularidad de la ayuda. Esta colaboración ayuda al clima de trabajo, y la aclaración de su carácter excepcional también fuerza a crecer al “compañero revisado”. 

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