CÓMO CAMBIAR DE OPINIÓN CON ELEGANCIA
Para un jurista, cambiar una opinión que ha sostenido públicamente puede ser bastante incómodo. Pero lo es mucho más en el sistema del common law, si quien muda de parecer es un juez, modificando la postura, criterio o voto que él mismo defendió en un pronunciamiento anterior. En estos casos no se trata solo de la variación de una mera opinión personal sino que frecuentemente entraña una transformación importante de la norma aplicable. Para justificar una modificación tan trascendente se necesita una pluma particularmente hábil, y el juez Robert Jackson, integrante de la Corte Suprema de los Estados Unidos entre 1941 y 1954 y uno de los mejores redactores de ese tribunal, tenía esa destreza.
El que expone se expone: quien publica queda comprometido con lo que afirma, y en un sistema jurídico como el common law, donde los fallos son vinculantes, ello se puede tornar particularmente embarazoso para los jueces cuando se enfrentan y confrontan con lo que ellos mismos han sostenido en el pasado.
Pero la jurisprudencia estadounidense proporciona unos cuantos ejemplos que muestran cómo los magistrados han logrado sortear esa dificultad.
Navegando la contradicción
Así, en un plenario que dejó sin efecto la doctrina judicial sentada en un caso anterior, el mismo juez que había redactado el holding derogado y que también integraba el tribunal que dictó el nuevo pronunciamiento no tuvo inconveniente en suscribirlo, manifestando: “Como autor de la opinión [del precedente], lamento mi error y agradezco la corrección de esa jurisprudencia por parte de este tribunal” (“United States v. Ross”, 24-06-2020, 963 F.3d 1056 [11th Cir. 2020]).
Algo parecido ya había dicho el juez Felix Frankfurter, de la Corte Suprema de los Estados Unidos, al cambiar el criterio que había sustentado en un caso anterior: “Con demasiada frecuencia, la sabiduría no llega nunca, y por lo tanto uno no debe rechazarla simplemente porque llega tarde” (“Henslee v. Union Planters Nat. Bank & Trust Co.”, 03-01-1949, 335 U.S. 595 [1949]).
El mismo juez Jackson fue autor de otra rectificación notable, con estas palabras: “No veo ninguna razón por la que deba estar conscientemente equivocado hoy porque inconscientemente me equivoqué ayer” (“Massachusetts v. United States”, 19-04-1948, 333 U.S. 611 [1948]). Esa justificación fue luego citada en otros fallos por los jueces Antonin Scalia y Ruth Bader Ginsburg, también integrantes de la Corte Suprema.
Justificando la modificación
Pero Jackson escribió la defensa más completa para justificar un cambio de criterio, y también la más entretenida, en el caso “McGrath v. Kristensen” (11-12-1950, 340 U.S. 162 [1950]), donde expuso lo siguiente (las negritas sirven para distinguir las citas de sus fuentes):
““No faltan precedentes sobre las maneras en que un juez puede dejar de lado una opinión anterior que ha demostrado ser insostenible y tal vez ha inducido a error a otros.” Véase el Presidente de la Corte Suprema, Juez Taney, License Cases, 5 How. 504, apartándose de las consideraciones que había expuesto ante la Corte como Fiscal General de Maryland en Brown v. Maryland, 12 Wheat. 419. El barón Bramwell zafó de una incomodidad algo parecida diciendo: “El asunto no me parece ahora como parece que me pareció entonces.” Andrew v. Styrap, 26 L.T.R. (N.S.) 704, 706. Y el Sr. Juez Story, dando cuenta de su contradicción con su propia opinión anterior, expresó muy adecuadamente: “Mi propio error, sin embargo, no puede proporcionar ninguna base para que este Tribunal lo adopte…” United States v. Gooding, 12 Wheat. 460, 25 U. S. 478. Tal vez el Dr. Johnson fue realmente al meollo del asunto cuando explicó un error en su diccionario: “Ignorancia, señor, ignorancia.” Pero Lord Westbury encontró una salida menos autocrítica cuando, según se dice, rechazó la cita que un abogado hizo de una opinión anterior de Su Señoría, afirmando: “Sólo puedo decir que estoy asombrado de que un hombre de mi inteligencia haya sido culpable de emitir una opinión semejante.” Si existen otras formas para abandonar con gracia y buen humor los puntos de vista anteriores por una posición mejor razonada, las invoco a todas.”
Sobre el Juez Jackson
Llamativamente, el juez Jackson nunca completó sus estudios universitarios, dado que solo asistió un año, en 1911, a la Facultad de Derecho de Albany, aunque sí realizó una práctica extendida (apprenticeship) en un despacho de abogados y aprobó el bar exam del Estado de Nueva York en 1913, a los 21 años, como era permitido en esa época. Después de unos veinte años de ejercicio privado de la profesión, fue designado en una sucesión de cargos oficiales (primero Fiscal General Adjunto a cargo de la División de Impuestos, luego en la División Antimonopolios, Procurador General, Fiscal General) hasta que en 1941 fue nombrado juez de la Corte Suprema de los Estados Unidos, donde se desempeñó hasta su muerte en 1954.
Además, en 1945 y 1946 Jackson fue nada menos que Fiscal Jefe de los Estados Unidos en el histórico Juicio de Nuremberg contra los jerarcas nazis, la primera vez que se enjuició a los responsables de crímenes de guerra y contra la humanidad, a diferencia de la práctica inmemorial de simplemente ajusticiar, esclavizar o exiliar a los vencidos.
Jackson contaba con la ventaja de tener una excelente redacción, a la altura de gigantes como Cardozo y Holmes. También era muy ingenioso, y una de sus frases más célebres, en un caso que discutía la revisión federal de los habeas corpus resueltos a nivel estadual, fue “No somos la instancia final porque seamos infalibles, sino somos infalibles porque somos la instancia final” (“Brown v. Allen”, 09-02-1953, 344 U.S. 443 [1953]). Sus condiciones para la redacción jurídica le sirvieron mucho no solo en su brillante carrera judicial y para preparar sus opiniones legales sino también, como hemos visto, para justificar cuando las cambiaba.
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