Sobre el blog
Se estima que, junto con los periodistas, los abogados generan el mayor volumen de material escrito. En esencia, se trata de dos órdenes de textos: uno abarca todo lo relativo al ejercicio de la abogacía (argumentar, persuadir, asesorar, dictaminar, informar, narrar, describir), incluyendo aquí la actividad de los jueces, y el otro comprende la producción de normas, sean estas individuales (contratos) o generales (leyes, decretos, reglamentos). Sin embargo, pese a que una producción tan voluminosa debería ser una señal indiscutida de calidad, la redacción de los abogados es criticada casi universalmente.
¿Qué se les reprocha? Básicamente se los acusa de emplear un lenguaje alambicado, farragoso, enrevesado, opaco, arcaico, impreciso, pomposo, y, en definitiva, oscuro. Las fallas no se limitan al lenguaje o al vocabulario, sino que incluyen también los defectos en la estructura lógica de escritos, sentencias, informes y opiniones. Otra falencia es la perceptible falta de revisión de este material.
Las primeras víctimas de este cuadro de situación son simultáneamente sus propios victimarios: abogados y jueces que tienen que lidiar con textos incomprensibles que han sido preparados por otros abogados y jueces. La segunda víctima es la propia sociedad que, a raíz de estas falencias, padece de un servicio de justicia menos eficiente y más costoso, con todas las consecuencias que ello implica. Y la tercera víctima son, finalmente, los particulares, que enfrentan textos enigmáticos, si no directamente impenetrables, pese a lo cual se espera de ellos una conducta determinada; esto se da principalmente con los contenidos normativos.
Para ayudar a corregir las fallas apuntadas, este blog presenta posteos específicos referidos a cuestiones concretas, agrupadas en las diversas categorías que enuncia el sitio. Algunas de estas categorías se vinculan a la esencia de la propuesta (planteo axiológico), la idoneidad de las razones esgrimidas (argumentación, retórica) y su oportunidad (estrategia, táctica). Otras se refieren a la presentación formal del texto (estilo, ortotipografía, formato) y su orden (lógica jurídica, estructura, esquema, organización). Otras más, finalmente, se ocupan de la mecánica específica de la redacción (preparación, narrativa, revisión) o el apoyo necesario (bibliografía, comunicaciones).